El chisme como noticia
El chisme entretiene y puede ser rentable, de eso dan fe los que viven de ese negocio.
Los más veteranos recordarán a Madame Chencha, “la gambá”, un singular personaje creado por la artista arecibeña Mirta Silva. El Show de Mirta Silva se transmitía por Wapa TV, y en él, “la Gorda de Oro”, con su característico pañuelo envuelto en la cabeza, pretendía ver en una bola de cristal la vida y milagro de artistas, políticos y todo el que fuera de interés para su público. Su lengua era la más temida en los círculos artísticos en la década de los sesenta.
Podríamos decir que los que hoy pululan micrófono en mano por las conferencias de prensa, interpretando a incisivos reporteros en busca del chisme del momento, son herederos de aquella simpática pitonisa que aseguraba en un preámbulo musical que ella “no tenía una buena lengua” y sólo repetía lo que decían “las malas”.
A mediados de la década del 70, la producción de novelas en Puerto Rico prácticamente cesó, lo que provocó un éxodo de artistas haciendo que la materia prima de los chismosos comenzara a escasear. Una característica de un buen chisme, de esos que generan ganancias, es que el público debe conocer al sujeto o personas de las que se habla, porque hablar de personas desconocidas no vende, y eso no es buen negocio.
Pero en los años sesenta no hubiéramos imaginado a Madame Chencha reclamando que era periodista y que su trabajo, el chisme, era producto de una cuidadosa investigación periodística. Tampoco se le vio en una conferencia de prensa ocupando el espacio, ya limitado, de los profesionales de este quehacer, desviando el foco de atención y en ocasiones salvando de situaciones difíciles a los que deben explicaciones sobre sus ejecutorias públicas.
En los tiempos de Chencha las fronteras estaban claras. Pero una vez la urgencia de nuevos escenarios se presentó como tabla de salvación para el lucrativo negocio que resultan los rumores sobre la vida de otros, los chismosos comenzaron a buscar en la noticia diaria, en la política, la criminalidad y problemas sociales, el nuevo material para su supervivencia.
Del otro lado quedaron los medios de comunicación enfrentando una crisis económica, con los costos de producción en aumento, y optando por reducir las plantillas mediante despidos masivos. La llegada de la red Internet le robó buena parte de la atención del público y las páginas de farándula se propagaron como una epidemia. El estilo liviano, superficial, “entretenido”, contagió las notas periodísticas y así los medios validaron el chisme como noticia porque les aseguraba “rating”, venta de periódicos y visitas en la Red.
Basta una gota de verdad en un mar turbio para que un chisme adquiera credibilidad. El chismoso no tiene credibilidad que proteger, no tiene que exhibir ninguna responsabilidad ante el impacto que puedan ocasionar las medias verdades que riega para lucrarse, pero los periodistas perdemos mucho cuando validamos los rumores.
Según explica el profesor de comunicaciones Félix M. Velázquez Sánchez en su ensayo Los chismes y la difamación en los medios de comunicación, “desviar o enfocar la atención pública a asuntos personales, en su mayoría banales y superficiales, es restarle importancia y méritos a asuntos de interés público en los cuales se deben concentrar los esfuerzos, recursos y tiempo. Lograr que la sociedad se enajene con temas de poca monta y pierda la perspectiva sobre lo que deben ser los objetivos y las metas colectivas para el mejoramiento y progreso social es realmente un peligro que debe enfrentarse”.
A ese peligro nos encaramos. Aceptar el reto y recuperar la credibilidad perdida es la misión de quienes respetamos y honramos el periodismo profesional.
*Publicado originalmente en la Revista de la Convención 2013 de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (Asppro).