Lisboa, 1975: un estadio entero aguantó la respiración cuando helicópteros militares aparecieron en el cielo. No llovió metralla, sino claveles rojos, como si la revolución quisiera disculparse por no ser tan sangrienta. Manolo Coss, que no estuvo ni por error, recoge la anécdota de otro militante -un estudiante chileno- y se embarca en su propia aventura, la que nos cuenta con maestría en su testimonio de fuente primaria. Allí en Lisboa algunos sudaban utopías baratas y también algunos soldados jugaban a Lenin en los cafés. Sin embargo, en Angola era otra historia, la independencia olía a pólvora vieja y a traición fresca. Cuenta que volaban de noche, a oscuras, para huir de los escopetazos de los cazadores antiaéreos. Es que la revolución era hermosa en los carteles; en cambio, en la pista de Luanda eran otros 20 pesos: la realidad tenía las botas sucias y el dedo tenso en el gatillo. Retomamos esta crónica de los archivos de 80Grados+