Vivir en el pensamiento
Sin embargo, también puede referir a la memoria o a la melancolía por un ser perdido. Recordar a alguien es mantener viva su “presencia”, pues los seres humanos nos consideramos más que pura materia física. En este sentido, cantar “Tú vives en mi pensamiento” es un profundo homenaje al sujeto recordado. Pero no es ese sentido de memoria el que expresa este tema popularizado por Dany Rivera en 1976. Escuchémoslo:
Casi desde su circulación en el disco Alborada, esta danza de Eladio Torres vive en el pensamiento de más de una generación de puertorriqueños. Claro, lo que acabo de decir es lo que yo pienso al respecto: estoy consciente de que la realidad es diferente. Vivir en el pensamiento del otro es una ilusión amorosa: es que ese/a otro/a corresponda a mi deseo de que piense en mí así como yo pienso en él/ella. La voz de esta canción confiesa la obsesión provocada por el deseo: como “tú vives en mi pensamiento”, pero no en mi contorno físico, “sufro esperando en silencio por tu amor”. Y por la confesión de su “agonía” este sujeto afirma ceder su voluntad y su felicidad en espera de la correspondencia que le llevaría a su liberación.
Tanto como seducirme con su melodiosa danza, esta composición me provoca cuestionarme sobre los alcances y los efectos de esta declaración amorosa. Ante un ser tan amorosamente entregado, ¿quién no cedería? Si lo dice tan bonito y para colmo con un arreglo musical que evoca el parnaso, ¿por qué este ser que vive en el pensamiento de este sujeto tan maravillosamente romántico no corresponde con un pensamiento similar? ¿Será que prefiere vivir en otra parte? ¿con otra persona?
El filósofo Emmanuel Levinas ha llamado la atención sobre las dimensiones éticas del conocimiento: ¿qué es conocer al otro? Levinas advierte que conocer al otro es de cierto modo limitar sus actos y su voluntad a mi raciocinio. Entonces qué será eso que dice Silvio Rodríguez cuando dice: “Te conozco desde siempre, desde lejos. Te conozco como a un sueño bueno y viejo” (Causas y azares 1985). ¿Quién es ese ser tan bien conocido por este sujeto? ¿Un ente real, “un arlequín sin mayores resplandores”, “un malabarista de [su] generación”? Obviamente, la canción de Silvio es una expresión de amor. Ese conocer más que la políticamente incorrecta posesión mental del otro quiere expresar la maravilla de pensar que ese ser frente a mí me ha cautivado tanto que ha ocupado el espacio de mis ilusiones. Su presencia me ha hecho reinventar mi pasado. Joan Manuel Serrat lo expresaría de manera similar cuando asegura que “sería fantástico que coincidiésemos, te dejases convencer y fueses como yo siempre te imaginé” (”Sería fantastic” Serrat en directo 19184).
¡Qué maravillosa coincidencia del otro con mi fantasía! Pero, si lo pensamos de otro modo, ¡cuán desastroso sería ser la fantasía de otro! Es precisamente sobre esta consideración ética de no reducir al otro a mi entendimiento de él, es lo que Levinas advierte en Ethics and Infinity (1985).
No obstante, no puedo negar mi incapacidad intelectual de restarle encanto a “Tú vives en mi pensamiento”. La canción seduce con su romanticismo al proclamar al objeto amado como una quimera, que recuerda aquella décima de Llorens Torres que celebra la posible coincidencia cuando el “lucero del alba / [está] encimita del palmar” y : “si también de tu bohío / lo estuvieras tú mirando, / ahora se estarían besando / tu pensamiento y el mío”. Más que a esta coincidencia con el objeto del deseo, “Tú vives en mi pensamiento” sugiere la coincidencia de este pensamiento con el de sus receptores, quienes pueden identificarse con o como ese sujeto obsesionado al nivel de que el objeto de sus ilusiones “rima con todos [sus] versos [y] transita por [sus] melodías”.
En estos versos hallo el encanto más trascendental del pensamiento de la canción: su referencia a la música y la poesía. “Tú vives en mi pensamiento” es una danza interpretada por un grupo de jóvenes “sanjuaneros” en 1976. Mediante la entonación, la canción reproduce eso que dice “vive” en su pensamiento: las melodías y los versos de su danza. Por medio de esta referencia metatextual, Torres, Alborada y Danny Rivera hacen de la canción lo que J. L. Austen llamó un enunciado performativo: uno que no solo constata una opinión o un pensamiento sino que posibilita lo dicho como un hecho (How to Do Things with Words). Como cuando el matrimonio es efectivo en el acto de enunciar “sí, acepto” frente a unos testigos y una comunidad.
Eso que vive en el pensamiento de esta danza es la danza misma como evocadora de la nostalgia por la cultura en la cual se inscribe el disco. Así, se establece una relación metonímica y metafórica entre amado–música–cultura– nación. Pero lo que no sucede en el plano de la pareja se realiza en el de la música, pues esta vive en el pensamiento y en los actos de quien enuncia. La danza, canonizada como música nacional no solo por su asociación con la burguesía decimonónica sino por ser el ritmo original del himno, es signo de toda la cultura; con la cual se establece un romance al cual el amante somete su voluntad y cuya correspondencia representa el ideal de la nación. Tal y como la amada “inventada de noche y de día”, la nación es el objeto del deseo de esta voz y su encuentro su “quimera”.
“Tú vives en mi pensamiento” ejemplariza lo que Homi Bhabha decía sobre las naciones:
Las naciones, como las narrativas, pierden su origen en los mitos de tiempo y solo alcanzan plenamente sus horizontes en el ojo de la mente. Tal imagen de la nación –o narración– puede parecer imposiblemente romántica y excesivamente metafórica, pero es de esas tradiciones de pensamiento político y lenguaje literario que emergen las naciones como una poderosa idea histórica en occidente.1
Y pienso en Alborada como una evasiva consagración de los deseos y las fantasías nacionales. Evasiva porque traslada al plano de la cultura el deseo de “perseverar” y de no resignarse “a no tener [la nación] jamás”; pero consagrada por que en ella, la canción, se funden los pensamientos que ven ese “lucero del alba”, presentado como “Alegoría” del amor entre el hombre de la ciudad y la jibarita, en otro tema del disco. Evasiva también por las trampas de la industria cultural: la casa disquera Coco Records injustificadamente alteró el título de la grabación de manera que no se presentó como una creación de Danny Rivera junto al grupo Alborada, sino que da la apariencia de tratarse del disco Alborada de Danny Rivera. ¿Esta tensión entre creadores y la industria será también alegoría a la “prevaleciente” entre los miembros de la nación?
¿Acaso se evoca la imposibilidad del romance social al que refiere Bhabha? ¿Por eso se sustituye al objeto del amor por la “excesiva metáfora” de “mi pensamiento”? No sé, me viene la idea de que esta yuxtaposición de traslaciones románticas sostiene el objeto del deseo —amado/a-nación— como una quimera, como un romance solo realizable en el ámbito de la danza. Y allí, en el verso y en el baile se besarán “tu pensamiento y el mío”.
- “Nations, like narratives, lose their origins in the myths of time and only fully realize their horizons in the mind’s eye. Such an image of the nation —or narration— might seem impossibly romantic and excessively metaphorical, but it is from those traditions of political thought and literary language that the nation emerges as a powerful historical idea in the West.” “Introduction: Narrating the Nation”, Nation and Narration, Edited by Homi K. Bhabha, London and New York: Routledge, 1990, 1. [↩]