¿Qué autonomía?
Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen…
-Eduardo Galeano
Por esto autonomía significa autoconciencia, autodeterminación, independencia y, en definitiva, libertad.
-Juliana González Valenzuela
La agenda de los estadistas era clara. Había que erradicar cualquier vestigio de autonomía y aniquilar la posibilidad de una petición de auto-gobierno. Había que declarar anatema el co-gobierno y zanjar, de una vez y por todas, la pretensión de lxs universitarixs por auto-gobernarse. Aquel anhelo enemigo se inspiraba, según los eruditos que redactaron el extenso informe, en tradiciones latinoamericanas supuestamente caducas y fracasadas. Era preciso inspirarse en las mejores influencias del norte para encaminar la universidad a convertirse en una exitosa corporación, destino defendido en el informe como progresista y acorde con los tiempos actuales.
Nada más lejos del ideario de González Valenzuela. Para ella, a la universidad pública no había que analizarla como inversión, concepto con claras raíces comerciales, y muchísimo menos como gasto. Había que apreciarla como apuesta humanista por un mejor futuro. Había que apoyarla porque devolvía al país lxs ciudadanxs que forjarían el porvenir. Había que honrar su autonomía porque era custodia de los mejores talentos para echar a andar las aspiraciones colectivas.
González Valenzuela consigna lo polisemia de la palabra autonomía. Reconoce su hechura jurídica, administrativa, económica y académica. Afirma su carácter libertario. Al mismo tiempo, reconoce que esta se fragua a partir de la subvención económica de lxs ciudadanxs. Concibe al gobierno solo como intermediario que pone en circulación los recursos fiscales necesarios y garantiza la autonomía como principio intocable.
En nuestro archipiélago boricua tenemos mucho que aprender de esa polifacética autonomía universitaria que conmemora la filósofa mexicana. Nuestra ley universitaria, si bien en la letra articula la autonomía de los poderes político-partidistas, en la práctica se ha prestado para que los gobiernos de turno quiten y pongan a su antojo. Unos han sido mejores que los otros, pero todos han hecho de la universidad la arena de sus batallas mezquinas, el espacio del ejercicio de su poder y el perfil de sus inclusiones y exclusiones.
No creo, como algunxs, que el PNP y el PPD son la misma cosa en lo que se refiere a la universidad. Los últimos han sido menos leoninos, menos burdos, menos varios puntos suspensivos. Pero en el menos es que ha estado el problema. Quisiéramos que fueran más decididos, más enfáticos, más radicales. Quisiéramos que si, en verdad, creen en la autonomía universitaria en todas sus dimensiones, la facilitaran a través de una revisión puntual de la ley universitaria vigente que emane de los diversos sectores de la comunidad universitaria. Es evidente que según está, se ha prestado para las más canallas maquinaciones y manipulaciones. Es claro que la ley actual no cobija nuestros anhelos y convicciones sobre la autonomía universitaria como expresión clara de auto-conciencia, auto-determinación y libertad.
Creo que ha llegado el tiempo de que re-inventemos el pacto de la universidad pública con Puerto Rico. Este tiene que venir amparado por los mecanismos precisos para que lxs universitarixs puedan ejercer la independencia más robusta frente a los poderes político-partidistas. La autonomía que exigimos cuenta con que la universidad recibirá los recursos económicos necesarios para descargar su responsabilidad cabalmente en las condiciones socio-económicas del siglo XXI. A cambio de ello, garantiza la más celosa administración de la aportación del pueblo de Puerto Rico y la más esmerada y fructífera actividad universitaria.
Asimismo, la Universidad de Puerto Rico debe tener la más estricta independencia jurídica, administrativa y académica. No se valen subterfugios a estas alturas. Tampoco se valen excusas. Lxs universitarixs deben evaluar su historia centenaria, diagramar sus aspiraciones y diseñar estratégicamente para alcanzarlas. En función de tales anhelos, debe ser su organigrama y su proceder administrativo. Cada integrante de la llamada comunidad universitaria debe asumir responsabilidades y hacerse convocar. Todxs y cada unx hacemos falta para construir otra universidad. Todxs y cada unx debemos modificar aquellas conductas, acciones e inacciones que obstaculizan nuestras dos principales funciones: educar e investigar. Todxs y cada unx debemos potenciar aquellos haberes que nos hacen ser la mejor universidad del país pese a los obstáculos. Pero podemos y debemos ser mucho mejor. La complacencia no tiene nada que ver con un proyecto universitario de futuro. Lxs líderes universitarixs deben existir y funcionar a partir de tales fines. Ni más ni menos.
El pueblo de Puerto Rico y cada unx de sus ciudadanxs vienen llamadxs a pedirnos cuentas. Vienen obligadxs a exigir que traduzcamos su apuesta financiera en bienes públicos. Y lxs universitarixs debemos cumplir fielmente con tamaña obligación. Para ello, gestionaremos el más estricto cuerpo de auto-evaluación y auto-crítica. Cada año, le presentaremos a lxs puertorriqueñxs nuestros logros, nuestros retos y nuestros compromisos. Así ejerceremos la más estricta y celosa autonomía.
Liberémonos del miedo a la libertad. Empecemos por la universidad. Puerto Rico no puede esperar más.
Nota: ¿Cómo replicaremos esa lógica de libertad y responsabilidad institucional en las once unidades de nuestro sistema? ¿Cómo ser coherentes con la autonomía que anhelamos y, al mismo tiempo, exigir al actual gobierno que revoque el saqueo PNP de la pobre autonomía que teníamos? Ensayaremos algunas respuestas en la próxima entrada.