Mud
Por las aguas del Misisipí y sus tributarios ha flotado gran parte de la mejor literatura norteamericana. Solo con pensar que Mark Twain escribió “Las aventuras de Tom Sawyer” y “Las aventuras de Huckleberry Finn”, considerada por muchos como la “gran novela americana”, intuimos que ese cuerpo de agua es parte del imaginario cultural estadounidense como ningún otro. Ambas novelas pertenecen al género de bildungsroman y contienen una buena dosis de la violencia que se esconde en los pueblos de río donde abunda la pobreza, la poca educación y la ignorancia.
“Mud” es una película absorbente y sensible que pertenece a ese género y que abunda a la mitología del río como una metáfora de lo cambiante y lo inesperado. Es la historia de dos adolescentes descendientes de Tom y Huck quienes, como ellos, se involucran en situaciones peligrosas que eventualmente conducen a algo fatal. Uno de ellos, Neckbone (Jacob Lofland), ha descubierto un bote atrapado en las ramas de un árbol en una isla en el Misisipí cerca del delta del río Arkansas. Con su mejor amigo Ellis (el estupendo Tye Sheridan) van a la isla con la idea de apoderarse del bote, pero se dan cuenta de que alguien vive en él y descubren a un extraño, Mud (Matthew McConaughey), que resulta ser un fugitivo de la justicia.
Se desarrolla una relación paternalista entre Mud y los dos muchachos, pero principalmente entre Ellis y Mud. Ellis es un romántico que cree, a los catorce años, que el amor es una fuerza redentora que lo puede todo. Su convencimiento de que Mud ha cometido un crimen por amor, lo impulsa a ayudarlo sin pensar mucho en las consecuencias. Neckbone es más práctico y desconfiado, por lo tanto, sigue a su amigo en la gran aventura de su vida, pero dudoso de que Mud sea un héroe que el río ha plantado en su camino. Además, Neckbone es un comerciante innato que ve todos los momentos de la vida como una oportunidad de sacarle algún provecho para sí. Es una cualidad que ha ido afinando como una forma de subsistencia ante la pobreza que lo rodea.
Las peripecias de los dos chicos se van complicando a medida que lo que les pide Mud se hace cada vez más difícil, y cuestionable desde el punto de vista moral. Entre tanto, la vida de Ellis se complica más porque hay problemas de relaciones entre sus padres, y la casa flotante en la que han vivido casi toda su vida ha de ser destruida porque nuevas leyes prohiben ese tipo de vivienda en las riberas del río.
Como resultado de los pedidos de Mud, los chicos se adentran en un mundo sórdido de maleantes y corruptos que contrastan con la decencia y la ética de sus familiares. Esta es gente pobre pero honrada y honesta, que tienen que trabajar en circunstancias desventajosas para poder poner comida en su mesa. Como sabemos que es muchas veces el caso, el hombre común es más honesto que la policía y menos vil que los que se arrodillan a rezar pidiendo la muerte de un ser humano.
El filme cuenta con un excelente guión y la dirección de Jeff Nichols, un joven director cuya película “Take Shelter” (que aún no he visto) ha sido aclamada (no leo las críticas de nadie hasta después que veo y escribo sobre un filme, pero tiene muchas estrellas) por la crítica. “Mud” es un estudio bastante minucioso de un mundillo que pocas veces conocemos. Está desprovisto de todo “glamour” y la historia subsiste al margen de la vida de una clase media que va desapareciendo a pasos agigantados.
Me pareció genial la idea del barco encallado en las ramas de un árbol. Es una referencia a las inundaciones que han plagado los pueblos al margen del Misisipí a través de la historia, pero que tuvo su epítome con el huracán Katrina que destapó el desdén que sienten los poderosos por los pobres y por los que tienen poca educación. El empeño de bajarlo de donde está, repararlo y volverlo a flotar es una metáfora hermosa de que los desvalidos sí tienen la inventiva y el tesón para salir de escollos. Nichols no enfatiza ese aspecto y las tomas del bote no intentan frotarnos la mente en el simbolismo, sino que nos dejan con una realidad que es casi imposible ignorar: la pobreza atrae catástrofes porque el pobre vive en lugares vulnerables a las idiosincrasias de la naturaleza y el hombre.
Los actores juveniles Tye Sheridan y Jacob Lofland son excepcionales. El primero es en realidad el centro de la historia, pero ambos son actores de fácil expresión y naturalidad. Sheridan tiene una cualidad especial que es la inocencia que sabe expresar con su truculencia ocasional y sus silencio. Su intensidad en defensa de la mujer es enternecedora. Entonces está McConaughey. Este excelente actor no ha recibido la atención que merece del público ni de los productores de Hollywood (no que no lo empleen, ha filmado más de 35 películas) porque no le han encontrado los papeles que mejor le corresponden. En esta, su actuación es intensa al mismo tiempo que sutil. Sabe que está (la mayor parte del tiempo) con dos actores jóvenes y que no puede recurrir a robarles escenas. De hecho, se relaciona con ellos como si fueran de su mismo nivel. Muy lejos de sus anuncios para Dolce & Gabbana, McConaughey, no puede ocultar completamente sus atributos de estrella cinemática, pero esconde parte de su cara cincelada tras una barba salvaje, y suprime sus sonrisas. En otras palabras esconde su “estrellato”, como debe de ser cuando uno es un actor serio.
Tanto Reese Witherspoon como Juniper, la novia de Mud, Michael Shannon como Galen, el tío de Neckbone, y Sam Shepard, como Tom Blakenship, un viejo amigo de Mud y el deux ex machina del filme, tienen momentos felices ante la cámara. La música original de David Wingo no es entrometida: uno la oye en el trasfondo y le parece que vive (¡Zafe!) a las orillas de un pueblo “honkey-tonk” en algún lugar donde el Misisipí desprende un brazo para formar el río Arkansas.