El abecé de Luis Rafael Sánchez
Los hablantes de español celebramos en abril el homenaje a la lengua con la que Cervantes inauguró la modernidad. Diversas ferias internacionales del libro se suceden a lo largo de todo el continente; nuestra cultura está allí presente como lengua hablada y como lengua escrita, como lengua digital.
El mes cierra con la exposición retrospectiva de homenaje y danza a la coreógrafa Viveca Vázquez y con el discurso de Luis Rafael Sánchez al recibir el galardón de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, que lo honra con el Premio Internacional de Literatura Pedro Henríquez Ureña.
Al mismo tiempo, Sánchez nos sorprende con la publicación de un nuevo libro de ensayos, que acaba de salir bajo el sello de la Editorial Cultural.
Abril nos deja, por lo tanto, un sabor a cultura puertorriqueña.
Luis Rafael Sánchez y su abecedario
Recién salido de la imprenta, nos llega el texto, que es también un homenaje a la lengua, como resume el epígrafe seleccionado del mexicano, José Emilio Pacheco: “Uno sólo puede escribir, sin impostura, en la lengua que habla y escucha”. La cita nos habla también sobre la verdad, tema que Sánchez recoge en la Introducción a propósito del título: “Se titula ABECÉ indócil porque encomia valores en desuso como la honestidad” y que plantea nuevamente para establecer las diferencias entre el concepto de verdad para el creador y el periodista. De ahí, que los textos de este abecedario, aparecidos en su mayoría en el periódico El Nuevo Día, sean ensayos literarios y no artículos de prensa.
Aunque los lectores del Abecé indócil -San Juan, Editorial Cultural, 2013, 223 pp.- no podamos sustraernos a la referencia contrapuesta de René Marqués, la indocilidad se produce ante las nuevas pautas de la Academia de la Lengua, que reducen las grafías del español a veintisiete en lugar de veintinueve: “el abecé en manos del lector desestima la contabilidad de la Academia y reivindica la contabilidad de Mrs. Gerena [su maestra de tercer grado de primaria]”. Sánchez no se adentra en la riqueza de los fonemas de nuestra América; sino que le interesa destacar las imposiciones arbitrarias de una academia normativa y colonizadora en su fondo, pero que le permiten construir el abecedario indócil de su libro. Frente a la norma, el creador exige libertad, “novedades producidas por la imaginación”, “desparpajo interpretativo” y un lugar importante para el habla cotidiana.
La Introducción no tiene desperdicio para quienes seguimos los presupuestos teóricos de la poética de Luis Rafael Sánchez. Así mismo, los cuarenta y seis ensayos que componen el texto y que “aumentan” sustancialmente el abecedario o –tal vez, su diccionario-, mediante la repetición de grafías, invitan a preguntarnos cómo somos hoy y hacia dónde queremos ir como sociedad. De la A a la Z recorremos lo positivo y lo negativo de la cultura puertorriqueña de hoy para invitarnos a reflexionar, a indignarnos, a apostar por la transparencia y la honestidad como valor.
El texto se transforma en un pequeño tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico. Un diccionario, que nos revela una realidad presente atravesada por el ojo crítico y burlón del humorista, esperando que el lector llegue a sus propias conclusiones. Como diccionario, su lectura puede ser lineal –de la A a la Z-; pero la estructura abierta, permite al lector abrirlo y leer la letra que decida a su antojo. Por lo tanto, el escritor le propone un juego libre para construir diversas estructuras dependiendo del orden que su lectura decida. En este sentido, hay una invitación para hacer una lectura indócil del texto.
No debemos olvidar, sin embargo, que el ensayo como género literario nos va guiando –mediante la argumentación- hacia una visión de la realidad impuesta por el yo que argumenta y con la que nosotros terminamos por coincidir en el espacio textual. Así, en los ensayos del Abecé indócil, se van configurando una serie de temas diversos, cuyo centro se articula alrededor de la deshonestidad. En la picaresca puertorriqueña, su expresión máxima es la corrupción.
Un comentario final, Luis Rafael Sánchez reconoce en la Introducción la procedencia periodística de la mayoría de los textos aquí recogidos, cuando nos habla de las diferencias entre el periodista y el literato; pero hay una diferencia de la que no habla y que nosotros debemos descubrir: la distancia estilística que existe entre el ensayo periodístico, que da origen al texto y su reelaboración en el conjunto textual. Lejos de la necesidad inmediata, del ajoro de entregar a tiempo el trabajo a la redacción, estos ensayos denotan una labor de intensa reescritura, de reconversión a libro, de puesta en estilo propio.
El Abecé indócil nos muestra una vez más, al artífice de la palabra, al gran escritor. No es extraño, entonces, que este escultor de la palabra reciba los honores de la comunidad internacional como uno de los grandes de las letras ameericanas.