Cultura Estadística 2013
La amplia situación de desconfianza en las estadísticas gubernamentales de Puerto Rico coincide en este 2013 con la proclama del “Año Internacional de la Estadística”. Cientos de organizaciones en todo el planeta han respondido a este llamado para fortalecer la disciplina y celebrar su aportación profesional a la sociedad, desde Algeria y Argentina, Pakistán y Palestina, hasta Uzbekistán, Venezuela y Vietnam. El portal electrónico diseñado para diseminar la información de esta iniciativa, www.statistics2013.org, presentará cada semana del año una caricatura que contesta la pregunta ¿cómo sería un mundo sin estadísticas? Mi respuesta inicial, sin pensar, fue muy sencilla. ¡Igualito a Puerto Rico! ¿Acaso hay diferencia entre no tener estadísticas y tener estadísticas en las que nadie cree?
Peor que la nada
Luego de unos minutos, pensé que en las primeras semanas del año es bueno ofrecer suficiente tiempo para que los estímulos intelectuales sean debidamente procesados y así permitir que aflore una respuesta pausada, racional y mesurada. Analicé la situación sosegadamente, imaginé las características de un mundo sin estadísticas, con lo cual llegué a dos conclusiones diferentes a la inicial. Un mundo sin estadísticas no sería como Puerto Rico. Nuestro mundo es peor que un mundo sin estadísticas. Este aparente pesimismo hace aflorar, dialécticamente, una nota de optimismo: las penurias que se reconocen crean sus propios sepultureros. Si hay un momento para enderezar nuestra lamentable experiencia estadística reciente es precisamente ahora en el 2013, pues la indignación resulta en una enérgica motivación para la acción. Los recursos humanos preparados para enderezar los entuertos numéricos están disponibles, sólo hace falta voluntad política para dejarlos trabajar.
Los años recientes evidenciaron un desprecio total por la estadística. Presenciamos la propagación del oscurantismo gubernamental con su terror a hacer públicos ciertos datos, un indolente rezago en la publicación periódica de informes oficiales, una concertada manipulación de cifras gubernamentales y un impensable afán de destrucción del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (IEPR). Nuestro problema no es la falta de estadísticas; lo que nos falta es cultura estadística.
Frente a la zozobra económica, social y cultural de la isla apareció un grupo de funcionarios gubernamentales que se negaban si quiera a ver la realidad de algunas estadísticas. ¿Cómo mejorar la situación de un país con una resistencia a observar nuestros más obvios desmanes? Hemos presenciado tantos ejemplos del acontecer gubernamental que desprecia, trastoca y oculta los números, que muy fácilmente podemos elaborar un manual de cómo hundir una isla sin necesidad de hacerle un roto en el medio.
Recuerdo una entrevista radial en la que la entonces titular de la Oficina de Gerencia y Presupuesto, tras resistirse a informar el número de personas que se quedaron sin trabajo con la aprobación de la Ley 7, le indicó al periodista que él mismo podía calcular ese número de desempleados visitando las páginas electrónicas correspondientes a cada una de las agencias del gobierno de Puerto Rico (cerca de 110 agencias en ese momento). En otra entrevista –igual de vergonzosa–, el Secretario del Departamento de Educación no pudo definir qué era un desertor escolar. Y tras callar, tartamudear e intentar evadir las persistentes preguntas, terminó invitando al periodista a que se uniera a un comité que iba a definir qué era un desertor escolar.2 De la manipulación en las estadísticas del crimen no hay mucho más que decir, basta con leer los muy bien documentados escritos del periodista Ricardo Cortés Chico sobre las estrategias de manipulación y adulteración de las estadísticas en la Policía de Puerto Rico. De todas las peripecias estadísticas, me parece que la más ignominiosa fue el intento de destrucción del IEPR. Intentaron despedir a la mitad de su exiguo personal vía Ley 7, trataron de despedir a su director ejecutivo y, finalmente, cual revancha insidiosa, redujeron considerablemente su ya menguado presupuesto operacional.
Como muestra de nuestro potencial para dejar atrás amargas experiencias, se encuentra la extraordinaria noticia protagonizada por el actual director ejecutivo del IEPR, Dr. Mario Marazzi, quien ha sido aceptado como miembro del exclusivo International Statistical Institute (ISI), un grupo selecto de estadísticos del más alto relieve internacional, al que sólo se accede por invitación. En América Latina y el Caribe, sólo 8 de un total de 29 países tienen miembros en ISI. Resulta alentador observar cómo la historia termina reivindicando a un funcionario gubernamental, y a todo su equipo de trabajo, quienes ante la adversidad sólo se defendieron con su probada excelencia profesional. Para mí no hay duda, este 2013 es un buen momento.
Cultura estadística
Luego de varios contraejemplos es menester precisar qué es cultura estadística. Para esto me parece pertinente usar las palabras de un estadístico colombiano que hacía alusión a la cultura de la violencia en su país. Con mucho pesar, él explicaba la cultura de la violencia desde el concepto de cultura como los hábitos de un grupo social. Para él, la cultura de la violencia consistía en el hábito generalizado de entender la violencia como la forma rutinaria de actuar, la cual no sorprendía, ni indignaba a nadie. En dicha cultura, la violencia es la forma esperada de proceder y se concebía como lo normal. La ausencia de violencia se constituía en un fenómeno que se separaba tanto de lo esperado, que se consideraba una anomalía que requería de explicación.
Una sociedad con cultura estadística se habitúa a tomar decisiones de planificación, de ejecución y de evaluación, tomando en consideración información de carácter cuantitativo. En una cultura estadística, la información cuantitativa es parte esencial de la forma esperada de proceder; su ausencia debe convertirse en una grave y notable anomalía, muy difícilmente justificable, que amerita una rigurosa explicación. Claro está, pensar que la estadística es la fuente exclusiva o privilegiada del conocimiento denota en sí mismo, falta de cultura estadística.
En las democracias liberales contemporáneas, una cultura estadística puede ser un fuerte instrumento contra la demagogia, pues independientemente del discurso oficial del estado, las estadísticas pueden convertirse en un barómetro oficial de la efectividad de la gestión gubernamental. El desarrollo de una cultura estadística puede entenderse como antagónico a los intereses del gobernante de turno, en aquellas ocasiones en que su gestión no haya mejorado el país. El profesor August Ludwig Schlözer, un prominente intelectual de la tradición alemana de estadística del siglo 18, consideraba la estadística como la némesis de los déspotas, como un instrumento para frenarlos y denunciarlos, y como un registro de sus pecados políticos.3 Un buen gobierno se fortalece con el desarrollo de una cultura estadística; otros gobiernos le temen.
¿A qué se debe nuestra pobre o inexistente cultura estadística? Como en nuestro país la culpa de casi todo se le hecha a la falta de educación, habrá quien piense que nuestra pobre educación en estadística es la responsable. Nuestra falta de cultura estadística se debe ante todo a nuestro subdesarrollo político, pues la misma se alimenta con los hábitos del autoritarismo que no tiene que rendir cuentas sobre las decisiones que toma. Ignorar o menospreciar las estadísticas no es el resultado de un acto irracional, sino el resultado de anteponer intereses partidistas, ideológicos o económicos al cálculo por realizar.
La reforma privatizadora del sistema de salud de Puerto Rico realizada bajo la administración Roselló es un claro ejemplo de cómo los datos estadísticos fueron totalmente ignorados. La reforma del sistema de salud utilizó como modelo a seguir el sistema de salud de Estados Unidos, el cual era en aquel entonces, y todavía lo sigue siendo hoy, el peor sistema de salud del mundo industrializado. Dentro de Estados Unidos ha existido por décadas un reclamo generalizado sobre la necesidad de cambiar su sistema de salud, respaldado por un arsenal de estadísticas de diversos tipos y diversas fuentes que demuestran las contradicciones de un sistema costoso, inefectivo e injusto. En aquel entonces, las razones ideológicas pesaron más que la argumentación estadística. Los reformadores de la salud estuvieron ciegos ante las contundentes estadísticas del injusto sistema de salud estadounidense. Administraciones posteriores de los partidos políticos que se han alternado el poder, no han tenido la valentía de aceptar la realidad numérica de lo costoso e ineficiente de haber copiado el sistema de salud de Estados Unidos en Puerto Rico4 y todavía al día de hoy, insisten en seguir copiando sus fracasados modelos.
Fetichismo estadístico
La adopción de una cultura estadística acarrea también sus propios riesgos pues el ideal de la cuantificación pueden degenerar en lo que se ha llamado numerosis y numeritis.5 La numerosis se fundamenta en la ambición de querer cuantificar cada vez más facetas del quehacer humano, como si sólo existiera aquello que pudiera describirse con números. Estando nuestras vidas rodeadas de tantos números, es común que aflore la numeritis, la condición de generar datos viciados o erróneas conclusiones como consecuencia de la incompetencia, negligencia o falta de conocimiento estadístico.
Una de las estadísticas oficiales más disputadas y con menor credibilidad en el país es la cifra del desempleo. Comentaristas noticiosos aducen que las cifras del desempleo, que en noviembre pasado alcanzó el 13.2%,6 deben ser al menos el doble de lo informado oficialmente. Muy poco contribuye al necesario debate nacional sobre el desempleo, quienes no reconocen su numerosis, como aquellos funcionarios gubernamentales que interpretaron una reducción en la tasa de desempleo como la señal inexpugnable de la fantaseada recuperación económica del país. Cualquier análisis del desempleo en la isla tiene que estar acompañado de otra estadística, la tasa de participación laboral, cuyo propósito es medir la población que participa del mercado de empleos (ya sea porque está empleada o porque está buscando trabajo). En el 2012 Puerto Rico obtuvo la tasa más baja de participación laboral de las últimas décadas, que no llegó al 40%.7 Esta patética cifra desenmascara cualquier pretensión de recuperación económica debido a que por cuestiones de definición, puede ser que hayan menos personas desempleadas mientras a la misma vez hay menos personas que participan del mercado de empleos. Más aún, el debate sobre las cifras el desempleo tiene que considerar otras críticas metodológicas, como las hechas recientemente por la demógrafa Judith Rodríguez, ((Cortés Chico, R. (26 de septiembre de 2012). Cifras que no cuadran. El Nuevo Día. Disponible en: http://www.elnuevodia.com/cifrasquenocuadran-1351139.html)) quien argumenta que las cifras del desempleo informadas contienen un artificio estadístico que resulta al haber introducido cambios en la manera de calcular dicha estadística.
¿Cómo celebrar el año internacional de la estadística en Puerto Rico?
Los promotores del Año Internacional de la Estadística proponen tres grandes objetivos de las actividades de celebración:
(1) Aumentar la conciencia de la ciudadanía sobre el impacto de la estadística en todos los aspectos de la sociedad.
(2) Fortalecer y alentar la profesión de la estadística, sobre todo entre la gente joven.
(3) Promover la creatividad y el desarrollo en las ciencias de la probabilidad y la estadística.
Mi reformulación de estos tres objetivos para una celebración en Puerto Rico consiste en un simple enunciado. No veo ninguna forma de fomentar una cultura estadística con conciencia y sin superficialidad si a la vez no se fortalece el IEPR. Y como los estadísticos solemos acotar con bastante precisión nuestras aseveraciones, aquí especifico las formas de cómo fortalecer el IEPR: fortaleciendo su presupuesto y fortaleciendo su autonomía.
La ley que crea el Instituto de Estadística de Puerto Rico dispuso de una asignación presupuestaria de $3,000,000 para su operación inicial, lo cual nunca se cumplió. Desde entonces, el presupuesto asignado a la agencia ha sido cada vez menor. Con escasos recursos presupuestarios el IEPR no puede cumplir su misión a cabalidad. Insistir en restringir los recursos al IEPR equivale a restringir la forma de vernos a nosotros mismos y de ver nuestros mas acuciantes problemas, a través de los números. El valor de tener estadísticas confiables es tan vital para el país, que no es apropiado que el presupuesto de la agencia esté a merced del gobernador de turno, quien puede reducirlo sustancialmente si algunas estadísticas no son de su agrado. Por esta razón, se hace imperativo adoptar una legislación similar a la de la Oficina del Contralor o a la de la Oficina de Ética Gubernamental, que haga que el presupuesto del IEPR pudiese ser igual, pero nunca menor al del año anterior.
La autonomía del IEPR para tomar decisiones técnicas que respondan a los más altos estándares de la disciplina y de la práctica requiere que su Junta de Directores esté totalmente desvinculada de intereses político partidistas. Al fin y al cabo, la autonomía del IEPR no es otra cosa sino la autonomía de su Junta de Directores. Un cuerpo que tiene la grave responsabilidad de fiscalizar la producción de estadísticas elaboradas por el ejecutivo y de establecer sus estándares de calidad debe estar compuesto por personas que además de su conocimiento técnico no estén identificados con los intereses de ningún partido político, ya sea de mayoría o de oposición. Se debería aprobar legislación que prohiba la participación político partidista de los miembros de su Junta de Directores, antes y después de ser confirmados como tales.
La celebración del Año Internacional de la Estadística en Puerto Rico no puede consistir en una ceremonia en el Capitolio para ofrecerle una placa a los más prominentes estadísticos del país, quienes al aceptarla se unirían a la distinción otorgada en el 2008 a Julito Labatud. Sin un fortalecido IEPR se hace imposible desarrollar una cultura estadística. La indiferencia ante aquellos que como la señora ojerosa y trasnochada perdieron su confianza en los números del gobierno es inaceptable. Los nuevos cuatrienios ofrecen esperanzas de establecer nuevos rumbos históricos. ¿Tomará este nuevo gobierno acciones concretas para fortalecer el Instituto de Estadísticas? Un gobierno verdaderamente democrático, sin asomos de autoritarismo, así lo haría.
- Maquiavelo, N. (1537 [1999]). El Príncipe. Buenos Aires: Editorial El Aleph. Disponible en http://www.newsblog.e-pol.com.ar/usr/150/656/principe.pdf [↩]
- Un indicador comúnmente utilizado de deserción de escuela superior es la proporción de jóvenes entre 16 y 24 años que no asiste a la escuela superior o que no ha obtenido su diploma de escuela superior. En Estados Unidos esta proporción es de 7.4% (5.1% para los blancos, 8.0% para los afro-americanos y 15.1% para los hispanos). Fuente: http://nces.ed.gov/fastfacts/display.asp?id=16 [↩]
- Bödeker, H. E. (2001). On the origins on the “statistical gaze”: Modes of perception, forms of knowledge, and ways of writing in the early social sciences. En P. Becker y W. Clark (editores) Little Tools of Knowledge: Historical Essays on Academic and Bureaucratic Practices. Ann Arbor: University of Michigan Press. [↩]
- Avilés L.A. (9 de marzo de 2012) ¿Paridad la Paridad? 80grados. Disponible en: http://www.80grados.net/parira-la-paridad/ [↩]
- Hirji, K.F. (2008) Numerosis and Numeritis: Twin Pathologies of Contemporary Statistics. DataCrítica: International Journal of Critical Statistics, Vol. 1, No. 2: 3-15. [↩]
- Departamento del Trabajo y Recursos Humanos. (2012). Estadísticas de Desempleo por Municipios. Disponible en: http://cce.estadisticas.gobierno.pr/Documentos/E7C956A5-5F12-4EB7-A67C-E2F7408D6ECE/DTRH_201211_LAUS.pdf [↩]
- Cybernews. (11 de septiembre de 2012). Sigue bajando tasa de participación laboral. Disponible en: http://www.telemundopr.com/telenoticias/puerto-rico/Sigue-bajando-tasa-de-participacion-laboral–169287296.html [↩]